martes, 4 de diciembre de 2012

ESCUELA PÚBLICA

Sabido es que el lenguaje tiene una tendencia inherente hacia la economía por razones de eficiencia, y así, en vez de referirnos, por ejemplo, a nuestra Educación Secundaria Obligatoria, simplemente la nombramos por las siglas ESO. Y tengo la sensación de que no todas las letras tienen la misma preponderancia, incluso de que algunas podrían suprimirse por completo. En el mismo ejemplo, la ESO es mucho más O que S, y sólo a veces conseguimos que sea E. Así que fácilmente podríamos decir "Mi hijo está en 4º de O". Además de no mentir, conseguiríamos ahorrar al máximo.
Lo mismo sucede con la EPL, la Escuela Pública Laica. Tengo la agobiante sensación de que la L se va haciendo cada vez más roja y más mayúscula, y temo que pueda eclipsar a la E y la P, que creo que son las más definitorias. Casi me veo tentada a recurrir a la D, de Democrática, y a la T, de Tolerante, para que defiendan a la pobre y maltrecha L, que creo que está siendo mal entendida.
Por si ustedes no lo saben, les diré que en nuestro sistema educativo, y hablo del tramo de la Secundaria, la asignatura de Religión es optativa, lo cual quiere decir que el alumno que prefiere no estudiarla, perfectamente puede no hacerlo. Y lo que es más, si elige no hacerlo, no tiene que estudiar ninguna otra asignatura en su lugar, con lo cual la oferta es sencilla y muy tentadora: o Religión o nada, bueno, hora de estudio. ¿No demuestra esto que los adolescentes -repito, adolescentes- que eligen la asignatura realmente tienen interés por ella?
Me argumentarán algunos: "¡Claro! ¡Al final del curso se los llevan de excursión!" ¿Y qué? Muchas otras asignaturas optativas llevan implícita una o más excursiones; es más, cualquier profesor de cualquier asignatura puede llevarse a sus alumnos a donde considere oportuno: no hay más que tomarse la molestia de hacerlo. ¿Y creen ustedes que de verdad compensa pasar nueve meses con una asignatura más por un día de excursión?
También es frecuente atacar la asignatura argumentando que "el que quiera religión, que vaya a la Parroquia". Bueno, son cosas distintas: en la Parroquia se hace Catequesis, o sea, oración y práctica religiosa (se prepara uno para la Primera Comunión o para la Confirmación), mientras que en las clases hay un temario teórico que impartir, diseñado por la Consellería de Educación. Además, siguiendo ese razonamiento tampoco tendríamos asignaturas como Música (¡al Consevatorio!) ni idiomas (¡a la Escuela Oficial de Idiomas!). Pero nunca he oído este razonamiento para estas asignaturas. Y espero no oirlo, porque yo doy Inglés.
Es evidente que el plan de estudios de la ESO es susceptible de mejora, y no poca. Pero déjenme decirles una cosa: queramos o no, nos guste o no, España ha sido profundamente católica hasta el día de hoy. Igual de religiosa que ha sido Europa. Y eso quiere decir que la religión estructura muchas otras disciplinas que, sin un conocimiento básico de los principios fundamentales del cristianismo, difícilmente pueden comprenderse. Ahí tienen la Historia de España (configuración de la sociedad medieval, Reyes Católicos, expulsión de judíos y moros, Inquisicíón, desamortización de Mendizábal...), la Historia del Arte (eliminen de un plumazo la arquitectura y la pintura religiosa, desde las Catedrales hasta Murillo, Velázquez y tantos otros, ciudades enteras como Toledo, y transpólenlo a Europa, y les quedará un manual de Arte de tres páginas), la Literatura (desde San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús hasta Unamuno), la Música (las más grandes obras de los mejores compositores de todos los tiempos están basadas en gran parte en el cristianismo: Misas, Réquiems, Aleluyas...).
Por si fuera poco, además de ser materia troncal en otras asignaturas, la religión católica es también una realidad en el mundo de los alumnos: es tradición, desde las fiestas patronales, con actos como la Ofrenda a la Virgen o el paseo por la bahía, hasta sus propios nombres, sacados en su inmensa mayoría del santoral cristiano; es turismo, como el Camino de Santiago o la Semana Santa de Sevilla o Valladolid; por no hablar de bautizos, bodas y comuniones, tan denostados últimamente, o esa costumbre tan nuestra de enterrar a los muertos previa Misa. Por si acaso.
¿No son estas razones culturales suficientes para permitir que, al menos de manera optativa, la religión como asignatura pueda seguir en nuestras aulas? ¿Y más cuando su demanda por parte de los alumnos lo justifica? No se trata de evangelizar, ni de rezar por las mañanas en el patio. No se trata de que la escuela pública pierda su condición de laicidad. Se trata de que se imparta una asignatura que, de manera similar al Latín, ha dado fruto importante en muchos aspectos de la cultura española actual.
 
Pero para acabar de incendiar el asunto, es cierto que hay un profundo desacuerdo general con la manera de seleccionar al profesorado de Religión, única asignatura que no depende directamente de Consellería de Educación sino del Obispado. Y es cierto, esto es así. Pero eso no invalida la asignatura. Habría que exigirle a Consellería que se hiciese cargo del procedimiento de selección, y que lo equiparase al del resto de asignaturas. Como también habría que exigirles muchas más cosas, algunas más importantes, como por ejemplo, que tras más de veinte años, se decidiesen a implantar la obligatoriedad de la asignatura de valenciano en las zonas castellanoparlantes, para que nuestros alumnos no estén, como están ahora, en inferioridad de condiciones respecto al resto de estudiantes de la Comunidad, impidiéndoles el acceso a oposiciones, becas y programas formativos. Pero de esto nadie dice nada. Nadie. Será que no importa.
Así pues, dado que la Escuela Pública es y debe ser un reflejo de la sociedad, y que inequívocamente aspiramos a que ambas sean democráticas y tolerantes, con cabida para todos y no excluyentes, creo que debemos garantizar la impartición de la asignatura mientras haya demanda por parte del alumnado. Tiene demasiado peso cultural, y no se la puede eliminar de un plumazo, mirar hacia otro lado y hacer como si no hubiese existido nunca.

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