jueves, 13 de diciembre de 2012

¿PERO OTRA VEZ USTED?

Tengo una relación muy buena con mi madre. Nos vemos con mucha frecuencia, y aunque no tengamos nada especial que contarnos, nos llamamos a diario simplemente para oírnos. Hay muchas cosas que las palabras no dicen pero la voz transmite. Como el cariño, por ejemplo. Ninguna de las dos somos melosas ni zalameras, y jamás nos saldría con naturalidad un "te quiero". Pero sólo con escucharnos ya nos damos por abrazadas. 

Hay otra persona que también me llama a diario. Pero esta me incomoda más. No entiendo por qué sigue insistiendo. Ya le he dicho por activa y por pasiva que no quiero volver a descolgar el teléfono y escuchar eso de "Hola, buenas tardes, quisiera hablar con la señora María Pilar Ferrero". Ha pasado de ser un fastidio a generar en mí una sensación de impotencia e indefensión que me sobrepasa. Y es que parecen no entender que aunque me llamen mil veces, que seguro que lo harán, no voy a cambiarme a Jazztel. Precisamente por eso: por cansinos.

He intentado hablar con ellos seriamente para rogarles encarecidamente que no marquen más mi número de teléfono. Les he preguntado si hay alguna manera de, por escrito, dirigirse a la compañía solicitando que no vuelvan a llamar. Les he pedido direcciones de referencia, teléfonos de contacto, identificación del responsable de marketing. ¿Su respuesta? Siempre la misma: "Sí, señora María Pilar, pero déjeme que le informe de que tenemos una oferta que...".

A tal extremo ha llegado mi desasosiego que, de igual manera que ellos no me escuchan a mí, yo he decidido no escucharles a ellos. No conversar. Simplemente vomito mi mensaje como hacen ellos. Les aplico su mismísima técnica de venta. Les doy a probar su propia medicina. El primer día les leí el prospecto de mi jarabe para la tos. El segundo, un artículo de mi blog. El tercer día les leí una noticia de prensa: con los recortes de don Mariano, los ancianos no tienen la asistencia domiciliaria que tenían hasta ahora. Quizás los de Jazztel podrían hacer ese servicio a la sociedad española. Total, van a llamar de todas formas. Pues si el posible cliente no responde durante varios días, pongamos tres, que avisen a los servicios de emergencia. No debió de parecerles buena idea. Cuando terminé mi propuesta habían colgado. Qué poca colaboración, oigan.

Hace un par de días, a las siete y media exactamente, yo me hallaba en otros menesteres y no pude atender la llamada. Lo hizo mi hija mediana, que estaba terminando de escribir su carta a los Reyes Magos. La oí desde el pasillo recitarla con ilusión. Como si estuviese delante del propio Baltasar. Cuando colgó, le pregunté: "¿Con quién hablabas? ¿Con la yaya?" Ella me miró y se sonrió. "¡No, mamá! ¡Eran los Reyes Magos! ¡Me han dicho que ya han llegado a Jazztel! Me querían regalar un teléfono... Oye, mamá, ¿y aquí cuándo van a llegar? ".

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