miércoles, 23 de enero de 2013

DE POLÍTICOS Y BUEYES

Dicen que las desgracias no vienen solas. No hay base científica que apoye semejante afirmación, claro, pero esta verdad por demostrar está sólidamente arraigada en el imaginario de la población. Casi tanto como aquellas de que no hay dos sin tres o de que no hay quinto malo. Quizás en este último se inspiran los asesores de Rajoy para poner fecha a la salida de la crisis. No me extrañaría, visto todo lo que estamos viendo. 

Alegarán los del ejecutivo popular que están atravesando una mala racha, que están siendo bombardeados por la mala fe de los partidos opositores, y también que los trapos sucios están saliendo a relucir debido a su recién estrenado afán de transparencia. No pongo en duda ninguna de las tres cosas. Claro que, si no hubiesen tenido chanchullos que ocultar, no habrían padecido ni mala racha, ni mala fe ni necesidad de proclamar su transparencia a los cuatro vientos. 

No se puede culpar al azar de las desgracias de uno, pues si bien es cierto que en ocasiones es el destino el que nos pone de rodillas, otras veces somos nosotros mismos los que nos hemos buscado acabar como acabamos, o al menos, los que no hemos hecho lo suficiente para escapar de la situación. Y con todo lo que está apareciendo en la prensa, parece evidente que los partidos políticos se habían repartido todas las papeletas para esta suculenta rifa, sin hacer partícipes de su fiesta a los ciudadanos.

No entiendo entonces este inmovilismo de la población, esta resignación ante la ruina del país y la corrupción de su clase política. Quizás es que no sabemos muy bien qué podemos hacer. Nos han aleccionado tan bien sobre el funcionamiento de la democracia, donde las urnas son la única voz permitida, que esperamos pacientemente, con el yugo del hambre al cuello, a que alguien convoque las siguientes elecciones, para entonces simplemente cambiar nuestra papeleta, o en el colmo de la rebeldía, votar en blanco. 

 Dios me libre de, desde aquí, invitar a quemar las calles. Pero me quedo con la sensación que debe de tener el corpulentísimo buey, que en vez de atacar al hombre que lo está esclavizando, da vueltas y más vueltas a su noria cotidiana para enriquecimiento de su amo. Nosotros los ciudadanos somos el manso buey, víctimas y a la vez responsables de la situación que hoy estamos viviendo. Nos han castrado la rebeldía. Daremos vueltas hasta caer extenuados. Nos aferraremos al refranero para que nos llene de esperanza. En vez de luchar, susurraremos antes de dormir cada noche: no hay mal que cien años dure. Y no habrá nadie que nos responda: ni cuerpo que lo resista.


No hay comentarios:

Publicar un comentario