lunes, 28 de enero de 2013

...IN CORPORE SANO

Llevo ya varios meses queriendo quitarme de encima, de manera literal, un maldito michelín que se resiste a desaparecer de mi anatomía. Debo admitir que soy persona de buen yantar, y claro, entre eso y la obligación de comer casi volando a diario, no parándome a masticar de manera pausada y civilizada los veintiocho golpes de mandíbula reglamentarios, no encuentro la forma de volver a la que fue mi talla habitual. 

Siendo mi horario familiar un impedimento para asistir de manera regular a un gimnasio, he intentado salir a correr por los parajes más bonitos de mi ciudad en los escasos minutos en los que mis hijas están devorando la cena. Primero un cuarto de hora entre salir, llegar al paseo marítimo, correr y volver a mi casa. Hay que empezar suave para no hacerse daño. Después un poco más. Aunque parecía que me iban a estallar los pulmones. Aunque cruzaba los dedos para no encontrarme con algún conocido en semejante estado lamentable de sudor y resuello desacompasado. Me ponía los auriculares con mi música preferida... y casi acabé odiándola. Ni qué decir tiene, me rendí a las tres semanas.

Así que ahora he rescatado de mi trastero una vieja bicicleta estática que me dio mi cuñada, aburrida de tenerla en su casa cogiendo polvo, y la he puesto delante de la televisión. Tras un par de días de prueba, he descubierto que si pedaleo con poca resistencia, puedo aguantar indefinidamente; en cambio, si le aumento la dificultad, al segundo minuto noto un agarrotamiento muscular de lo más desagradable y desisto de inmediato. Decidida como estoy a cambiar mis hábitos sedentarios y nada saludables, hoy ha sido el segundo día consecutivo en que he logrado pasar una hora pedaleando y sin rechistar. O más bien, pedaleando casi sin darme cuenta, encantada de la vida.

Los romanos, que eran un pueblo muy inteligente en muchos aspectos, ya dijeron aquello de "mens sana in corpore sano". Lo del "corpore sano" está claro. Y respecto a lo de la mente, voy a hacerme con una de esas revistas en las que se detallan las programaciones de todas las cadenas de televisión. Se impone una selección exhaustiva. Es mi oportunidad de ponerme al día con todas las buenas películas que no he tenido ocasión de ver, y de participar desde detrás de la pantalla en esos programas de preguntas y respuestas que no veo desde hace años. Es una pena que no pueda leer mientras pedaleo, no sólo porque me bailen las letras en los renglones, sino porque la lectura de un buen libro exige una concentración y un recogimiento íntimo incompatibles con el ejercicio físico. No sé si llegaré a perder mi michelín finalmente, pero quizás haya encontrado mi deporte favorito: horario flexible, sesiones en el propio domicilio, y plus cultural. ¿Qué más se puede pedir?




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