martes, 11 de diciembre de 2012

ESCRIBIR BIEN

Desde siempre me ha gustado escribir. Y, modestia aparte, creo honestamente que no lo hago mal. Por eso tengo un blog, para poder ir reuniendo artículos que son en realidad reflexiones sobre temas diversos, con las ideas ordenadas y redactadas siguiendo el doble objetivo de claridad y sencillez. 

No tengo una legión de seguidores, debo reconocerlo, pero tampoco son pocos: me lee gente que me conoce y gente que no, gente que me hace comentarios y gente que no, gente que piensa como yo y gente que no.  Y es que, lo admito, es bastante difícil pensar como yo en todo, pues siendo como soy una persona llena de dudas y contradicciones, no obedezco al pensamiento en bloque de derechas o de izquierdas, y suelo plantearme casi todo aquello que viene a mí en forma de hecho cotidiano o de noticia de prensa. No me paro ante nada. Por principio. Venga de quien venga. Mis únicos requisitos son la honestidad para conmigo misma y la investigación. 

Desde antes de empezar a teclear soy consciente de que no todos los artículos son iguales. Algunos son tan ajenos que no provocarán en el lector reacción alguna, si acaso algún ligero movimiento de cabeza, indistintamente a favor o en contra. Como estas personas que en plena conversación se hallan en la quinta nube, y de tanto en tanto lanzan un mugido a su interlocutor para que crea que siguen escuchando. 

Sin embargo, otros dan exactamente en la llaga. Sin serlo, podrían parecer un ataque personal directo. Y digo sin serlo porque no es la confrontación lo que busco, sino la mera reflexión, libre e individual, Así, es frecuente que algún conocido que con anterioridad me había expresado su agrado por algún artículo, venga a recriminarme, con la mejor de las intenciones, lo que he escrito más recientemente: "Pero, Pilar, ¿cómo se te ocurre decir que...?"

Pues se me ocurre porque sí. Porque hay días en que una se levanta con el pie derecho, y así se siente durante todo el día: de derechas. Y comprende perfectamente los quebraderos de cabeza de su amigo el mecánico, que tiene sobre sus espaldas a siete familias y cada vez tiene menos clientes. Es lo que en la calle se conoce como "un empresario", de los que en los buenos tiempos "ganó lo que quiso". Ahora tiene que tomar decisiones tremendas: quién se va y quién se queda. No hay para todos. Y ya veremos hasta cuándo se puede resistir. 

Pero entonces en la prensa aparece la plana mayor del principal partido de derechas de la Comunidad Valenciana, felicitando a una política que dijo algo así como "que se jodan" los parados. Y claro, imposible justificar lo injustificable. 

Así que al día siguiente me esfuerzo por bajar de la cama con el pie izquierdo, y empiezo el día oliendo las rosas rojas del vecino. Pero entonces veo publicada en prensa la cantidad de dinero destinada por los distintos gobiernos a los sindicatos, y siento un ligero mareo. No sé leer las cifras. Demasiados ceros. Desde la columna de al lado, la exministra Aido me saluda sonriente, rodeada de las "miembras" de su nuevo gabinete en la ONU. Ella también tiene muchos ceros debajo de su foto: los de su actual salario. 

Y no es que una pida la perfección, no se crean. Pero al menos un poco de honradez, ¿no les parece?. De honestidad hacia los ciudadanos, que somos los que les hemos elegido. Y en los propios ciudadanos, un poco de objetividad. Porque si bien uno puede ser de derechas o de izquierdas con todo su convencimiento, y estar de acuerdo con la filosofía vital que vertebra cada ideología, eso no debería impedirnos criticar lo criticable, reprobar lo reprobable, y alzar la voz contra errores y desmanes. Que los ha habido, los hay y los habrá. En ambos partidos. 

Las ideas demuestran ser mejores que las personas que las llevan a la práctica, pues es aquí donde se envilecen por los intereses creados y por las triquiñuelas y ambiciones en las que se acaba cayendo. Y es que las ideas no deberían ser barreras, sino generadoras de debate para encontrar el mejor camino. Al fin y al cabo, todos perseguimos lo mismo: una sociedad que funcione. Los pilares que no deben socavarse jamás son el respeto y la libertad. Libertad para discrepar, se entiende. Y para escribir en cada momento lo que a una mejor le parezca. Porque escribir bien es una cosa, y decir lo que el otro quiere oír, otra muy distinta. Para algunos, los mejores, es fácil ver la diferencia. Para otros, en cambio, es sencillamente una incoherencia. Juzguen ustedes. Piensen y opinen. Con libertad. De eso se trata.

      

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